Intensidad y altura: la nueva muestra de la Casa de la Literatura Peruana
El pasado jueves 24 de setiembre se inauguró la nueva Exposición Permanente de la Casa de la Literatura Peruana.
La noticia no ha tenido mucha repercusión en los medios, por eso creo que merece resaltarse este enorme esfuerzo por llevar las letras y la lectura a un público más amplio de la forma más amable y didáctica posible.
La ceremonia de inauguración se sintió íntima a pesar que tuvo una caracterísitica poco común para inauguraciones de museos en el país: el ingreso era libre.
Inició con una musicalización de poemas que duró lo suficiente para motivar al oyente mientras algunos pisco sours corrían discretamente entre los asistentes.
Los discursos fueron precisos, no muy largos y con una importante carga emotiva que demostraba la pasión de quienes hicieron posible esto.
Y luego vino lo mejor (desde mi humilde perspectiva), Yuyachkani haciendo lo que mejor saben hacer: encandilar, encantar, seducir, motivar. Entre sonidos ancestrales y zorros vigorosos e inquietos nos dirigieron hasta el inicio de la muestra y se quedaron acompañando la noche.
El nombre le queda a la perfección: Intensidad y Altura de la Literatura Peruana.
El primer gran acierto: Dejar de lado el discurso decimonónico y pesado de la cronología, los autores en secuencia, los nombres difíciles y mirar la literatura a través del espejo de la sociedad. La literatura como lectura transversal de nuestras identidades mezcladas, de nuestros sueños, nuestras proezas, nuestras frustraciones, nuestras percepciones, nuestros encuentros y desencuentros.
El segundo gran acierto: Una mirada que visibiliza al invisibilizado históricamente. La oralidad es el punto de partida para entender nuestra literatura. La mirada que trasgrede el orden literario establecido. La mirada que se descentraliza y se descentra.
El tercer gran acierto: La perspectiva curatorial que presenta un discurso temático, en donde convergen diferentes autores y épocas que otorgan sentido a cada eje. La ciudad, el cuerpo, el idioma. Por ahí también se desliza la posibilidad de interactuar con la muestra y dejar de ser un mero espectador.
Es una apuesta arriesgada, pero necesaria. Se trata de un recorrido que se puede visitar varias veces y desde diferentes perspectivas. No se agota en una sola visita.
Se ubica en pleno Centro Histórico de Lima, justo al lado de Palacio de Gobierno, en la antigua y hermosa estación Desamparados. Solo la arquitectura del edificio es un deleite en sí mismo. Lo mejor: la entrada es gratuita. Solo le falta una pequeña barra de café tostado y recién molido dentro para hacer la experiencia completa.